Tiene el cuerpo bronceado y algo arqueado por 66 años de vida, el pelo entre oscuro y blanco cortado al ras, y los ojos azules bajo las cejas negras, su nombre no importa porque subido a su bicicleta él es Gabriel Brasileiro; y cada 26 de abril desde el año 2000, pedalea contra el tiempo y la salud, 950 kilómetros desde su Belo Horizonte natal hasta el sur de Bahía con motivo de festejar lo que muchos llaman el nacimiento de Brasil o el día del descubrimiento; pero para él es el día de los indios.
Gabriel y las banderas
foto de brasilplayas.com - CC by-nc-nd
Su bicicleta llena de ornamentos es un símbolo de Brasil ambulante, mezcla de banderas históricas de Minas Gerais sostenidas por un mástil coronado con la bandera verde amarela en lo más alto.
Gabriel Brasileiro
foto de brasilplayas.com - CC by-nc-nd
Gabriel Brasileiro tiene edad, hijos, jubilación y recursos financieros suficientes como para morirse tranquilo frente a un televisor de su apartamento en Belo Horizonte cuando le llegue la hora; sin embargo, mientras la rodillas le aguanten seguirá pedaleando y recorriendo los caminos y las fechas históricas de un Brasil que no necesita explicación ni coherencia, para Gabriel, Brasil es lo que es, y cada uno de sus aniversarios merece las pedaleadas de Gabriel Brasileiro.
La bicicleta de Gabriel y sus banderas
foto de brasilplayas.com - CC by-nc-nd
Los indios lo aman desde la primera vez que pisó estas tierras y cada año se pelean por darle alojamiento en sus casas; a veces para en Cabrália y otras veces en la aldea indígena de Coroa Vermelha, pero nunca en Porto Seguro desde que los indios le contaron que Pedro Álvarez Cabral desembarcó en realidad en Santa Cruz de Cabrália y no en Porto Seguro como cuenta la historia oficial.
Hoy es su último día aquí, cuenta que tenía planeado irse mucho antes pero que los indios lo convencieron para que se quedara más tiempo, cuenta que su próximo viaje será desde Belo Horizonte a Brasilia para festejar la independencia de Brasil. Se empeña en aclarar una y otra vez que sus viajes nunca son porque sí, que siempre siguen un concepto que acompaña las fechas y la historia de Brasil.
Ahora tiene todo listo para dejar el mar de Bahía una vez más hasta el año que viene y salir al camino nuevamente, en la parte trasera de su bicicleta lleva un itinerario preciso de paradas en estaciones de servicio, gomerías y paradas de camioneros donde pasará la noche protegido por la hospitalidad y la amistad de los lugareños. Los 950 kilómetros, dice, le llevarán entre 10 y 15 días de pedaleo.
¿Qué pasa si en la mitad del camino empieza a llover? - Le pregunto, y me responde que tiene una capa impermeable que le permitirá pedalear hasta la primera estación de servicio o el primer refugio amigo. - ¿Qué pasa si se lesiona repentinamente? - Insisto, y me responde que parará y seguirá en ómnibus, pero que continuará con el destino brasilero planeado en su itinerario.
Se dirige caminando un poco mareado hasta el mar planchado por la marea baja, moja sus pies por última vez hasta el año que viene, y llena con agua y arena del mar bahiano una pequeña botella redonda de cachaça ya sin cachaça; mientras vuelve caminando, me cuenta que la llevará de recuerdo para sus hijos en BH.
Ese souvenir se junta en el equipaje de vuelta a un nuevo álbum de fotos, que se agregará a las miles de imágenes con personas de los caminos recorridos desde el 2000; y a su cuaderno de viaje, en donde guarda los mensajes de la gente que va conociendo en cada viaje, esos mensajes con el cariño de la gente, dice, son lo que lo ayuda a seguir y lo acompaña hacia cada destino.
Ahora atardece detrás de los acantilados de Cabrália y la luz se proyecta como un reflejo naranja sobre el mar, Gabriel Brasileiro se va una vez más de Bahía y, mientras pedalea bajo las palmeras, recuerdo una frase de una de las mejores canciones de Raul Seixas: "Yo no me siento en un confortable sillón de un apartamento, con la boca abierta, llena de dientes postizos, esperando la muerte llegar".
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